CAPITULO II : LOS LUGARES
Chamuyar, se puede chamuyar en cualquier lado. Lo sé, lo
sabemos. Es así, en el ambiente se sabe. Pero, aún así, hay algunos
lugares por defecto a los que concurrimos una vez y otra vez en búsqueda
de carne nene, de carne. Aquí están estos son.
Y
sí…. Y sí. Qué esperabas, es el escenario de la vida, la cancha de
fútbol. La mesada para amasar tu pastafrola, el boliche nació para crear
nuevos amoríos. No importa si sos lindo, feo, simpático, un ortiva de
aquellos, un forrito agrandado, un estilista amanerado, un empleado del
zoológico municipal, un recalcitrante comunista, un enfermo antisocial,
un amante de los cómics o un terrorista talibán. Todos pueden, todos
podemos ganar en el boliche. Sólo hay que saber cómo.
Es el lugar convencional. Miles de mujeres presentes, cientos de
mujeres borrachas, decenas de mujeres calientes. Nos están esperando.
Calificación: el más común. Lo más normal. Lo convencional. No tiene mucho mérito, pero tampoco hay que restarle. Qué se yo. Es un boliche.
La Playa
Uhh… verano, olas, el viento… qué mas lindo que chamuyar at the
beach. Es una alegría inconmensurable, un placer de los dioses. Uno de
los lugares más afrodisíacos para chamuyar, para ganar y hasta para
rebotar. Rebotar tiene su gustito en la praia.
Esta comprobado científicamente que la arena genera fuertes
estímulos seudo sexuales, y que el sonido del mar puede provocar
orgasmos múltiples en los oídos de las damas. Dicho con otras palabras,
es posible que te vean lindo sólo por estar en la playa (quemate, no
seas gil de estar blanquito que no gusta).
Ejemplo, costa argentina, pongamos un Mar del Plata, parador de una
playa, te estás por comprar algo para tomar, hace 38 grados de térmica y
el mar, como siempre, está frío como la san puta. Estás ahí en la barra
y llega ella, divina, en bikini (gracias Dios), a lo sumo con un pareo,
si es timidona… y dice “me das un licuado de durazno y naranja?”, y vos
pensás, “encima cuida su salud, es sanita, me encantó”. En ese
instante, las aletas de tiburón se desplegan, los colmillos de lobo
cazador salen como garras, y te acercás convencido (insisto, convencido)
de que la mina ya es tuya. En la playa no hay lugar para tibios. Es un
todo o nada. Si vas con dudas, va a preferir seguir tomando sol con sus
amigas (que no tengas dudas, están buenísimas como ella. Los motivos
continúan siendo investigados, pero que van a estar buenísimas, te lo
firmo). La mejor, en estos casos, y la mas recomendable, es llamar a tu
grupo de amigos (o al menos a los más presentables, si traes a uno
borracho y son las 3 de la tarde tal vez sea una táctica errada), y
atacar al grupo entero, porque las chances, haciendo un simple cálculo,
se multiplican: SIEMPRE; a alguna de las minas les va a gustar UNO de
tus amigos. Eso te asegura contacto con un par de días, y un par de días
es tiempo suficiente (para un chamuyero, claro) para enamorar por
completo a la que elijas.
En fin, es raro, no todos pueden, generalmente hay que ser muy
extrovertido, no es cosa de todos los días. Entrar, penetrar, lograr
entablar conversación en la playa no es moco de pavo.
Calificación: Ojo. Sólo para expertos, la playa es un lugar
divino pero difícil. Si entrás, probablemente termines casado con hijos.
Si lográs entablar una relación, la playa los unirá para siempre (o
para una noche, da igual).
El Bar
Claro que sí. Sí se puede y está muy bien probar, es original y es
entretenido. Es cierto que no ofrece la variedad de recursos que te da,
por ejemplo, un boliche. Eso no lo vamos a negar. Pero hay que utilizar
el contexto a nuestro favor: gente tranquila, hablando, un bar oscuro
(fundamental si te salió un forúnculo, te acabás de cortar el pelo, o si
por cualquier motivo estás mas feo que de costumbre), música “chill
out” (qué carajo será chill out), mesas… Jugá con la ventaja de que las
mujeres no están, como siempre, bailando como bobis toda la noche.
Aprovechá que por un rato, las tenés tranquilas y bien a tiro.
Digámoslo, conversar en un bar es mas propicio que hacerlo en un
boliche. De eso no hay dudas.
La típica es acercarse (preferentemente de a 3, si si, no de a 4 ni
de a 2, de a 3) a una mesa lindera a la propia (preferentemente con más
de 4 mujeres), vaso en mano y si es posible un poco copeteado, y sacar
un tema. Cuanto más bizarro el tema, más chances hay de ganar. El
objetivo es sentarse. El resto de chamuyo.
Calificación: Muy posible y entretenido. Hay que probar,
altas chances. Es difícil que se nieguen a dejarte sentar (aunque hay
yeguas que lo hacen).
La Calle
Llegamos al paraíso. El Edén, el rey, el príncipe de los escenarios.
La reina. La calle es el lugar más difícil, mas imposible, más
impenetrable para el chamuyo del buitre. Buitrear en la calle ya es
digno de admirar. Ganar en la calle se puede, pero nunca nadie lo hizo.
Y no me refiero a una peatonal, donde está lleno de mujeres prontas
para salir, arregladas, caminando de acá para allá, enloquecidas por
encontrar un hombre que finalmente calme sus ansias. Tampoco me refiero a
esas Grandes Mujeres, con mayúscula, que alquilan su amor al mejor
postor, que en la calle, y de noche, podés encontrar tranquilamente y
más que chamuyar vas a tener que garpar.
No, me refiero a una calle convencional, no sé, un Leandro Alem y
Libertador, un 9 de Julio y Santa Fé. La calle propiamente dicha. Qué
lugar señores.
¿Nunca viste en la calle una minita que te volvió loco? Que te das
vuelta y decís, “la $)”/$)!($% madre, como ¡”(#!=?/$ va a estar con ese
/%”&$% y no conmigo, hija de “!($/%”&, dios mio… que
¡/”#&$)”, la re ¡(#&/$ que los parió!” (y más insultos también,
lo sé, lo sabés).
Bueno, imaginate por un momento ir y entablar conversación,
desplegar chamuyo, utilizar tácticas milenarias de seducción: en otras
palabras, ser un ninja sigiloso enamorador de quinceañeras (chicos, en
Argentina es legal a partir de los 18, anótenselo en la mano). El sueño
del chamuyero.
Calificación: el imposible, el cacique, el Zar de los
escenarios de la vida misma para buitrear. Si sos tiburón, intentalo.
Aunque pierdas, te bancamos a muerte. Si ganás pegame un tubazo y
contame todo.
El Casamiento
Tranquilo, el casamiento pero de otro. Sabemos que el buitre es
soltero por naturaleza. Mundialmente famoso gracias a Rompebodas
(gracias Owen Wilson por mostrarnos que hay nuevos mundos que explorar),
este escenario de chamuyo es, digámoslo… especial. Imaginate.
Casamiento de un amigo/a/primo/pariente lejano, o simplemente, un
desconocido, utilizando la ya legendaria táctica de colarse y chupar
gratis (alcohol, malpensados). La novia suele invitar a sus amigas de la
secundaria, de la facultad, inclusive algunas excitadas invitan amigas
de la primaria, del curso de botánica, en fin, un abanico de
posibilidades prácticamente infinito. A la variedad y cantidad (y tal
vez calidad) hay que sumarle el contexto: nada más sensible al amor que
una soltera en un casamiento. Estudios de dudosa procedencia aseguran
que una mujer soltera en un casamiento tiene un 44% más de posibilidades
de darte pelota, que esa misma mujer en otro momento o lugar. Por lo
tanto, tus chances aumentan con el sólo hecho de entrar al
establecimiento. Apelá al golpe bajo. Lográ que crean que serías un
padre ejemplar y al mismo tiempo un amante de la diversión. Hacelas
sentir, por un momento, que se podrían vestir de blanco.
Por otro lado, y para confirmar su condición de gran escenario, los
casamientos suelen tener una característica común: las mujeres son mas
lindas. Tal vez gracias a las 18 horas de producción que les llevo
arreglarse para ir a la fiesta, tal vez gracias a las 41 capas de
maquillaje que tienne, o a las 20 veces que fueron a la peluquería, no
lo sé, pero están lindas. Y la misma a la que en un boliche no le
tirarías un tiro, acá es Evangelina Anderson. Atenti con verla a los dos
días y que sea Gladis Florimonti. Guardiola con esto.
Calificación: los casamientos son espectaculares. Alcohol
gratis, gente borracha, mucho baile, mucha soltera sensible, y muchas
(muchas) mujeres producidas y divinas. Altamente recomendado por quien
les habla.
La Oficina
Atención, laburante! Hay que decir dos cosas a modo de preámbulo: 1)
“no mezcles lo profesional con lo personal”. Esa frase tan trillada y
que a priori uno dice “pero me chupa un hue…”, debo admitir, tiene mucho
de cierto. Relacionarse más allá de lo sexual (e incluso sólo
sexualmente) con una compañera de trabajo puede traer tantas
satisfacciones como problemas. 2) Cómo nos gustan las compañeras de
trabajo. No me pregunten si es por el gustito de fingir de día y
concretar de noche, no me pregunten si es porque está lleno de bombas
sexuales (lo está, no lo nieguen), no me pregunten por qué, pero es así.
A quién no le gustaría hacer un pequeño encame con esa chiquita de
Administración que tan linda voz tiene por teléfono, y que cuando la
conociste personalmente (porque bajaste al piso 2) no te decepcionó.
Quién no se ha arreglado particularmente para ir al trabajo porque sabe
que en el escritorio contiguo trabaja una zorra de esas que se ven en
los años bisiestos. En fin. Qué lindas son.
Ahora sí. Como escenario, y en términos generales, resulta un lugar
poco cómodo para chamuyar. En primer lugar, porque tal vez tu jefe ande
cerca y te exija más laburo y menos cháchara. En segundo lugar, porque
tal vez generes odio entre los hombres, que mientras fotocopian recibos
te miran como diciendo “yo laburando como un pelotudo y essssste (si,
con muchas s) no para de chamuyar”; y quedes como un pajero ante las
mujeres (aunque después de todo, pensándolo bien, uno siempre queda como
pajero). Ahora bien, dejando de lado el tema comodidad, qué gran lugar
para el chamuyo. Qué lindo, cuánta emoción, verla todos los días, el
acercamiento, el chamuyo en cuotas (porque claro, no le tirás los perros
de una, sabés que si rebotás como una pelota, al otro día la volvés a
ver, y ya lo va a saber toda la oficina), los comentarios intencionados,
la respuesta tímida de ella ante los estímulos que no dejás de
lanzarle… el típico “che, y salís este finde?”, con muchas ganas de que
la respuesta sea “no, mis amigas se fueron de viaje al Principado de
Andorra y vuelven a fin de año, estoy sola y encima me RE aburro en casa
SOLA, miro pelis, como helado…” y con cada palabra que continúa vos te
babeás más y más.
No se puede dejar de comentar, no obstante, lo siguiente: las
oficinas son, habitualmente, un nido de histéricas. Vas a encontrar
muchas veces una mina divina, que te trata como si quisiera tener 9
hijos con vos, que (según vos, claro) “no me para de tirar onda boludo,
es tremendo”, y muchas otras cosas, pero en realidad se trata de la
típica “es así con todos”. Te dice que tenes lindos ojos, y cuando viene
el de Comercial a traerle unos papeles le dice “te queda re lindo el
pelo así”, y al rato decís la puta que los parió, o está enamorada de
todos o nos está pelotudeando a todos. Nunca olvides el principio “La
que es de todos, es de nadie”. Tal vez lo hagan simplemente por su
personalidad repleta de histeria, tal vez porque la psicóloga les dijo
“fortalecé tus relaciones laborales”, en fin, todas esas cosas que dicen
los psicólogos, y que claramente nos perjudican. Guarda con esto.
Calificación: todos lo hemos hecho y/o intentado. Hay buenas
chances, y lo interesante es que se trata de un chamuyo a largo plazo:
un poquito cada día, paso a paso, diría Mostaza; nada de apurarlas.
Caminá con pie de plomo, pero adelante.
Lugares poco convencionales (pero no menos entretenidos)
La Iglesia: alto, hereje! Se puede, pero es difícil. Hay dos
problemas fundamentales (en caso de que ganes): 1) tal vez quiera
virginidad hasta el matrimonio. 2) tal vez te vayas al infierno. El
infierno vaya y pase, pero la virginidad… Exceptuando esos detalles, el
lugar es válido y se sabe, se sabe, en el ambiente se sabe, que las
mujeres que uno ve en la Iglesia son superlativamente bellas. Sólo hay
que animarse.
Transporte público: Esto incluye colectivos y subtes. Es de
público conocimiento que en cada colectivo viajan 2 mujeres increíbles
por cada 15 pasajeros, y que en el subte viaja una yegua por vagón, en
un día promedio. Apoyarlas es válido pero sólo dará placer instantáneo:
nunca vas a llegar a enamorarla (si lográs enamorarla apoyándola es una
perra de antología, casate). Si ganás en un transporte público no sos
Dios, pero sos un Moisés, un Abraham.